domingo, 11 de septiembre de 2016

POEMA DE ANTONIO NELLA CASTRO

¿Qué te diré esta noche? ¿Te hablaré de los años
que anduve entre los trenes de la estación de Guemes?
¿Te diré que mi abuela, que vino de Sicilia, 
nunca habló en español?
¿Que mi abuelo Vicente volvió un día a sus islas
por un mar de cianuro?
¿Qué te diré esta noche que duela tan hermoso?
¿Qué nos dirá este fuego
que siempre trae palabras
de muertos profundísimos?
¿Qué parte de nosotros
saldrá de sus cenizas?
¿Me mostrará mi madre
pedaleando en la  "Singer" el guiso de fideos?
¿O a mi padre cesante
anegando de culpas sus tibios ojos grises?

-Aveces, siento lejos
el olor de la vida.
Soy el que me estoy yendo.
Un niño moja mi alma como pan en la leche.
Y mis dedos se quedan
revolviendo la taza.

De Margarita, el Fuego y yo
Antonio Nella Castro

Nació en Salta en 1921 y se radicó desde los 26 años en Capital Federal. Ha publicado, en poesía: Tiempo de acuarela (1945), La elegía heroica (1950), El potro pintado (1959) y Baguala solamente (1972). En narrativa publicó La mestiza (1957), El ratón (1970, Premio Planeta de Argentina) y Crónica del diluvio (1986). En 1973 la Sociedad Argentina de Escritores lo distinguió con la Faja de Honor por su libro Baguala solamente (Primer Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires). Permanecen inéditas su novela El útero de ladrillos (novela) y una antología de su obra poética, así como su obra de teatro "Los ojos azules como papá". Falleció en Salta, el 22 de julio de 1989.

En la novela Crónica del diluvio (1986) de Antonio Nella Castro, la función de la estructura de la crónica es desafiada para erguirse en relato paródico de la humanidad. Esta narración, que conjuga las facetas genesíacas y apocalípticas expresadas en la forma de relato genealógico del Antiguo Testamento, ubica a Noé en el filo de las tradiciones y de la historia. En esta versión, el cronista re-escribe su genealogía, evalúa la historia y la actuación de los hombres dentro de ella. Allí, la historia universal se presenta como una mera sucesiónde ciclos siempre idénticos, en los que los hombres representan un "único libreto".


jueves, 31 de marzo de 2016

POEMA: IRUYA de Manuel J. Castilla

Iruya
de Manuel J. Castilla
a Juan Solís y María Eugenia 

Yo estuve viendo al hombre cuando alzaba la sombra de su casa
de hebra en hebra como un barracán tibio,
Vi sus manos lamiendo dócilmente trozos de piedra y barro.
Con uñas enlutadas lo he visto hacer en greda y pasto en sueño
la primera pared, el primer pecho de hombre sobre la cordillera,
lo he visto moldeando la cenicienta cara del silencio,
tomar el cielo entero, oscurecer su entraña mas celeste
y meterla en su casa como un trozo de lampara apagada.

Yo he visto hacer a Iruya.

Iba quiscudo, lleno de pajas bravas sobre el hombro para tapar lluvias.
Alzaba agua cantora de la boca del río soñoliento.
Lo vi batiendo el barro con el ala tiznada de los cóndores
como una pala de noche y de infinito.
Después que estuvo todo, hundía una a una la semilla en los cerros.
Un trigo, lleno de un pan dormido todavía, le doraba los ojos
como un viento que vuelve de hundir su pelo en los jardines
y sobre su hambre al aire los habales esbeltos
y el maíz amarillo desparramado y quieto como un tigre dormido.}

Iruya estaba creada para siempre.

Blanca sobre la alzada palma del abismo
iba de dedo en dedo en las manos del hombre endureciéndose
y por los pedregales de sus cumbres, en acullicos secos,
por un alcohol forzudo trepaba miedo arriba.
Quise arrimarle fuego y mi fuego fue verde
porque mi leña era suave leña de musgo de apacheta
y ese humo lo ceñía y le cantaba
igual que un vino tierno.

Yo estuve viendo al albañil arrodillado. Su sombra iba pensando.
Lo he visto entre campanas que soltaban sus pájaros sonámbulos,
medio enterrado casi por sus dioses brutales
atropellar la virgen más celeste del cielo, corajearle,
y con un toro de cartón astearle polleras y puntillas.
Yo he visto cómo
con la cabeza blanca de un caballo saliendo de su vientre,
bufando él mismo, atado,
su miedo la adoraba entre rosadas rosas solitarias.

Entonces llegó el toro de la música. Su arena sollozante brotando de una caña melancólica.

Nadie lo vio morirse mugiendo y celebrándose
ni miró su cordero lanudo degollado y latiendo,
nadie le dio a la tierra su sangre pobre, muda y clamante,
nadie escuchó a las cajas machacar convocándolo.

Dios dentro de él cantaba puñaleado.

Nadie sintió su baba pegajosa empapando sus hombros,
nadie bebió el aliento de sus ángeles rojos apagándose,
nadie oyó en ese toro, herida tras herida, su melodía volcánica.

Nadie vio al toro,
nadie lo oyó en el cuerno de su erquencho acezando
ni entre sus tropezantes borbotones se hundió nadie
y nadie con su legua lamió la tierra yerma
ni ha sentido su sapo lunoso atormentado,
nadie miró ese toro que mugiendo caía
de su cielo inocente, desgranado.

Ya no la tierra abriéndose a las lluvias,
ya no los rayos donde Dios hierve furias,
ya no los minerales hundidos refregándose tristes,
ya no los viejos dioses desnudos azotándose
con cañas de maíz a los pies de la noche, 
ya no,
ya no,
ya nada estaba allí dentro del toro,
en su bramido roto, parturiento y lloroso, ya no, ya nada,
nada,
sólo Iruya.

de Manuel J. Castilla Obras Completas Pág. 300
EUDEBA- Cultura Salta



sábado, 12 de marzo de 2016

POEMA: Baguala de la Chinita de Antonio Nella Castro

BAGUALA DE LA CHINITA
de Antonio Nella Castro

La madre tuvo seis hijos
De distintos padres.
La gente del cerro Dice 
que donde hay yeguas potros nacen.
Jacinta
Era la más grande.
Y tenía como doce años
Cuando la dieron para que no se muriera de hambre.
Total hasta Dios
Regaló una vez un hijo de su sangre.
Fue a parar a una familia de clase media:
La señora ama de casa, el marido comerciante.
De entrada nomás la proveyeron
De dos vestidos viejos, un catre,
Un par de zapatillas
Y un peine para despiojarse.
Y a puro jabón y trapo le sacaron la mugre
Hasta hallarle el color de la carne.
Fue como si de pronto
A todo el valle
Le borraran
El paisaje.
O como si de repente
Se hubiera puesto insulso el aire.
La comida no era mucha.
Pero sobraba para alimentarse.
Y podía descansar un rato
Por las tardes
Hasta la hora
De cebar el mate.
Eso sí:
Ni hablar de pagarle.
Con que la criaran
Ya tenía bastante.
Y Jacinta fue creciendo
Como los árboles.
De sólo estar. Hasta que un día
Casi sin darse cuenta parió un hijo de nadie.
Un cachorro angustioso
Desbordado de todas márgenes.
Una guagua del viento
Tirada como una piedra más entre los arenales.
Un animal profundo y lastimado
Brutalmente de balde.
Después… Después volvió a los cerros
Y allí, como su madre,
Jacinta tuvo seis hijos
De distintos padres.

Antonio Nella Castro (1921-1989). Poeta, escritor y autor teatral. Estuvo muy vinculado al movimiento folclórico de su provincia natal, Salta, al que entregó la "Zamba del chaguanco", entre otros memorables temas. Desde muy joven se radicó en Buenos Aires. Recibió el Premio Municipal de Poesía y el Premio Provincial Salta, este último otorgado por el diario "Clarín". Su obra narrativa "El ratón" obtuvo el Tercer Premio en el 17°Concurso Internacional de editorial Planeta. "El duende y la luna" y "Los ojos azules como papá" son dos de sus obras de teatro. Es su poesía un resumen de la gente del lugar que lo vió nacer y del paisaje que contiene esa humanidad con todas sus desdichas y su magras esperanzas. "Baguala solamente", "Tiempo de acuarela, "La elegía heroica" y "El potro pintando" son algunos de sus libros de poemas.



POEMA: Orden Social de Walter Adet



ORDEN SOCIAL
de Walter Adet

Enseñan a escribir en las escuelas y a leer
entrelíneas en las cárceles,
persuaden a los gatos regándolos, rociándolos.

Contradecirlos
es hacer un nido
en el sombrero
del espantapájaros.

En la otra vida
allanarán la imprenta
donde publica hojas
inéditas el árbol.



Nació en Salta el 3 de diciembre de 1931 y falleció en esta misma ciudad el 9 de octubre de 1992. Trabajó como periodista y desarrolló una notable producción poética que alternó con estudios puntuales sobre la historia y la literatura de Salta. Publicó los siguientes libros de poesía: En el sendero gris (sonetos, Salta, 1962) Canciones de una rosa (plaqueta, Córdoba, 1966); El aire que anochece (Salta,1971) ;Memorial de Jonás (Salta, 1981) ;La casa donde soy (carpeta -de poemas con ilustraciones de Antonio Yutronich, Salta, 1984) ;Los oficios (antología, Salta, 1987) y El hueco (antología, edición póstuma, Madrid 1992 y Salta, 1992). Publicó numerosos ensayos. 

POEMA: Juan del Aserradero de Manuel J. Castilla

Juan del Aserradero
de Manuel J. Castilla

Juan del Aserradero se ha embriagado
y hace como dos horas que duerme en la vereda.
Ayer, Juan ha cobrado
y en el bolsillo apenas si tiene una moneda.

Juan del Aserradero
tirado en la vereda
se parece a los perros.

Y para que el solazo no le queme la cara
y se despierte luego,
el yuchan de la calle
tira sobre sus ojos sombra como un pañuelo.

Changuanco, como pocos,
Juan del Aserradero
quiere olvidar la sierra
y se duerme en el suelo,
pero la sierra vuela
por encima del pueblo,
se torna una cigarra
y le asierra su sueño.

Del Libro: Luna Muerta 1943

martes, 8 de marzo de 2016

HAIKUS de Jorge Luis Borges

17 Haikus
Jorge Luis Borges

1

Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.

2

La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia.

3

¿Es o no es
el sueño que olvidé
antes del alba?

4

Callan las cuerdas.
La música sabía
lo que yo siento.

5

Hoy no me alegran
los almendros del huerto.
Son tu recuerdo.

6

Oscuramente
libros, láminas, llaves
siguen mi suerte.

7

Desde aquel día
no he movido las piezas
en el tablero.

8

En el desierto
acontece la aurora.
Alguien lo sabe.

9

La ociosa espada
sueña con sus batallas.
Otro es mi sueño.

10

El hombre ha muerto.
La barba no lo sabe.
Crecen las uñas.

11

Ésta es la mano
que alguna vez tocaba
tu cabellera.

12

Bajo el alero
el espejo no copia
más que la luna.

13

Bajo la luna
la sombra que se alarga
es una sola.

14

¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?

15

La luna nueva
ella también la mira
desde otro puerto.

16

Lejos un trino.
El ruiseñor no sabe
que te consuela.

17

La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.

La cifra, 1ra ed. Buenos Aires, Emecé, 1981. 
1ra ed. Madrid, Alianza Editorial, 1981. Col. Alianza Tres, 159.